
"No me gustan las mujeres tan serias, necesito alegría. ¿ Te conozco ?" - me preguntó observandome de piés a la cabeza por encima de sus gafas oscuras.

"¿ Te gustaría hacer en el avión ?" - me preguntó al oido bajando la voz.
"Véte al diablo,"- le respondi con indiferencia y sin dejar de escribir.
" Tan bonita y tan frígida" - me dijo con odio y desprecio.
" Mi marido te esta mirando y te va a pegar, "- le dije apuntando con el lapicero a un grande , fuerte y calvo desconocido de unos 40 años que estaba leyendo un libro .
"Odio a los aviones y a las casadas bonitas que viajan con maridos",- fueron sus últimas palabras antes de dormir hasta el aterrizaje.

El tenía 28 años, era un futbolista profesional, contaba sin parar los chistes subidos de tono y se reía solo. No sé dónde y en qué partido metió un par de importantes goles, estaba entusiasmado, eufórico, hambriento de elogios, aplausos y llevar a alguien a la cama. Yo estaba con sueño, con frío, con nauseas, con dificultad abría los ojos, no estaba en condiciones de hablar con nadie y menos de fútbol.

El era un gallego de Vigo, un biólogo de 36 años que me hablaba durante todo el vuelo sobre el mar, los peces, algas marinas, Museo del Mar de Galicia y sobre la provincia Pontevedra. Estaba con ganas de prepararme polbo á feira con cachelos, servido obligatoriamente en un plato de madera como debe ser, y acompañado con la música de fondo del otro gallego, su cantante preferido Alberto Comesaña ( ex de duo "Amistades Peligrosas") cantando su archiconocida y caliente "Lo estas haciendo muy bien". La charla era amena y él educado, amable y amistoso, hablaba de las cosas interesantes que conocía y le gustaba su trabajo.
"Me gustaría volver a verte. Dáme tu número de mobil... por favor ...lo necesito..."- me dijo al momento de recoger las maletas.
" Lo siento, no me gustan los casados. Cuidate,"- le dije arrastrando a mi inseparable bolso de Chanel.
"No soy casado," - me trató de convencer un poco confundido.
"En tu libreta de notas decía: a mi querido marido David en nuestro aniversario, marzo, 2011. Suerte guapo y saludos a los pulpos", - antes de irme le regalé a una de mis mejores sonrisas.

El era un científico de Washington de origen italiano y de unos 60-62 años que me decía los piropos más creativos y sensuales que se podía imaginar. Era un hombre sumamente atractivo, inteligente, elegante, muy bien vestido, olía a "Imperial Majestic" de Clive Christian y tenía las manos grandes y bien cuidadas.
Nos hablamos de moda, de pasarelas en París y Milán, de la física que necesita a química, de las películas, de Roma y Toronto que el adora, de libro que acaba de escribir, de flamenco, de la gastronomía peruana, de cafe colombiano, de tango argentino... de todo en el mundo lo que es diferente, y a las vez complementario en nuestras vidas.

Cuando estamos por salir del avión, me dijo: "véte, no me regales otra mirada de estos malditos ojos... eres tan jóven y deseable... soy muy viejo para ti... no quiero... serás mi perdición...véte antes que me arrepienta".
Yo caminaba por el aeropuerto sin voltear, porque sentía su mirada clavada en mi espalda... escuché que me llamaba, pero era tarde, ya no era el momento.
By Liou.
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